El deslizamiento de roles aparece como una de las
características mas notables de nuestra sociedad.
La labor de la policía de
investigar delitos ha sido asumida por los medios de comunicación, que
constantemente nos asombran con sus descubrimientos.
A su vez, la cantidad de
policías involucrados en toda clase de delitos evidencia que mas que evitarlos
su misión sería la de cometerlos.
Por su parte, una justicia caracterizada por
demasiados jueces y fiscales con cerebro de corcho y dientes de goma, revela su
nuevo rol de defensores de la delincuencia en lugar de esmerarse en su
persecución y condena.
Últimamente una Corte Suprema dedicada a legislar en
lugar de asumir su decisivo rol de apuntalar al poder judicial en su lucha
contra el delito, muy especialmente la corrupción que corroe desde su base al
sistema republicano y fulmina la democracia agonizante que vivimos.
Y por
último, resulta claro que el nuevo sistema apunta a mantener el negocio de los
que antes eran delincuentes y ahora, por mérito de este “desplazamiento de
roles”, se han convertido en proveedores de la felicidad, tanto al ofrecer
droga por doquier, como por mandarnos directamente al paraíso al menor pestañeo
que pueda ser interpretado como disconformidad con las patrióticas
confiscaciones a que nos someten.
Qué lejos se fue esta Argentina de aquella
que alguna vez soñamos.